El primer libro


"Mímesis para gusanos" salió en el año 2015. Es un poemario brevísimo, el primero que publiqué, con exactamente veintidós textos. Su salida a la luz estuvo rodeada por un afán, el mío, de materializar una carrera, de empezarla. Se escribieron un par de reseñas con buenos comentarios, alguna mención por ahí, alguna crítica. El poemario fue escrito en poco menos de tres horas: me propuse un ejercicio de escritura automática partiendo de dos ideas específicas. Corregí sólo un poco. Quería escribir y lo hice, quería debutar y lo hice. A día de hoy, Mímesis es un poemario irrelevante, a tal grado que ni yo lo recordaba. Lo encontré hace un par de días rebuscando en el librero y aquí estoy.

¿Cuándo se publica un libro? Cuando se tiene una obra y una oportunidad, de eso estoy totalmente seguro. Más de un escritor primerizo habrá escuchado a un colega (que en el fondo quiere ser mentor) decir: “debes publicar tu primer libro cuando llegue el momento, lo sabrás”. Una respuesta abstracta para una pregunta concreta: así funciona el arte para algunos. En realidad, el primer libro, el segundo y hasta el décimo, deben salir sin importar el cuándo y el cómo. Es cierto que las prisas siempre son malas, pero es imposible darse cuenta por comentarios ajenos. La prisa en la literatura, como en la vida, te hace tropezar, y las cicatrices no se comparten.  

Pienso en la cuestión material: algunos lectores disfrutan de inhalar esporas de moho, otros tienen preferencias según su capacidad visual. No hay una manera correcta de leer, tampoco de publicar. Para gran parte de los escritores, los libros electrónicos no son libros. Son capaces, incluso, de usar las siglas PDF de manera despectiva alegando lo fácil que es lanzar al mundo un archivo electrónico (igual de sencillo que autopublicar en una imprenta disfrazada de editorial o conseguir fondos municipales). La calidad de un libro no está en juego por el soporte que contiene la obra, está en juego por el criterio del autor, y más aún: por la presencia de un editor que disponga sus conocimientos para potenciar la pieza.

Esto que menciono, el editor, es quizá el eslabón más importante en la cadena de sucesos de un libro. En lo personal, tuve la experiencia de ese acompañamiento gracias a Enrique Carlos y Sombrario Ediciones, publicando Una extraña música en 2018, el que en verdad concibo como “mi primer libro” en tanto que no lo rechazo. Posteriormente, publiqué un par más con poca o nula participación de editores (un libro no puede ser perfecto, así que las razones están en otra parte). Ya sea autopublicado o solicitado, la experiencia del editor es la única que nunca debe estar en juego. Quien edita con precisión un libro genera un compromiso verdadero con la obra: nada se pasa por alto, se destruyen los caprichos, las buenas intenciones.

No hay edad ni sitio, no hay momento, que defina cuándo lanzar un primer libro. Lo que sí hay son ingredientes de formación autoral: no ventas, aprendizajes. Los libros siguientes al primero son (o deberían ser) una acumulación de los éxitos y fracasos del debut. En términos futbolísticos, hay que jugar el partido cuando el trabajo te saque de la banca. 

[Publicado originalmente en "El Egoísta",
columna del diario Novedades Yucatán]