Discurso de recepción: Premio José Díaz Bolio 2017
A finales del siglo XIX, el médico oftalmólogo L.L Zamenhof publicó las bases del idioma Esperanto. Aficionado al tema, dominó el francés, ruso, polaco, latín, griego, inglés y hebreo, algo sabía también del español y el italiano. Zamenhof buscaba crear una lengua internacional que facilitara la comunicación, que hiciera real la convivencia de las naciones, la armonía, quizá por ello fue nominado al Premio Nobel de la Paz en doce ocasiones. Veintisiete años después del nacimiento del Esperanto, dio inicio la Primera Guerra Mundial: en ella murieron decenas de millones de personas. Pasó el tiempo. La aparición de otra guerra dejó ver los alcances de la brutalidad humana, cuya cima se encuentra en Fat Man y Little Boy.
Es un hecho: somos lenguaje y somos muerte, somos estadística e intento. Hay algo más: somos música, extraña música, y por extensión el mundo también lo es. ¿Qué es la poesía entonces? Creo en ella como un sonido, un troqueo intraducible. Se ha dicho antes: La poesía es aquello que exige la existencia del mundo. Contrario a Zamenhof, creo que el lenguaje total es una utopía cuyo valor se encuentra precisamente en su búsqueda imposible. Ser poeta es saberse atrapado en la medida imperfecta del mundo.
Decir Poesía es otra forma de decir camino, viaje, mutación: somos buscadores de la realidad que el poema nos exige.
No hay escapatoria: buscamos sin quererlo, no vamos a sitio alguno, pero vamos. Lo que nos motiva es la pregunta. Cuando pienso en el idioma Esperanto, pienso en el idioma de las cosas: El Esperanto es poesía en esencia, comunicación total, fracaso, eterna búsqueda del Otro en el vehículo de la palabra. El poeta busca cuando nos dice: "Hoy recuerdo a los muertos de mi casa"; "Padre polvo que vas al futuro"; "Nuestra tierra, ancha tierra, soledades"; "Una tarde parda y fría de invierno".
Muchas, pero muchas gracias.